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No necesitamos de una Constitución fraguada a espaldas del pueblo ni de parlamentos afines al poder

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Por años reclamamos mejoras profundas en las leyes laborales, así como en salud, vivienda, y educación, entre otras justas demandas. ¿Qué recibimos a cambio?, generalmente nos ignoraron y nos dieron de palos y balazos.

Cuando la desesperación era tan grande que seguía expresándose a pesar de la sangre derramada, los dueños del poder se comprometían a buscar soluciones, se manifestaban conscientes de la “cuestión social” y se juramentaban a mejorar las cosas dictando leyes, que, aunque dictadas de poco sirvieron.

Así ha sido durante más de un siglo y lo único que ha cambiado hasta ahora es el ropaje del represor y los instrumentos con los que castigan a quienes no aceptan sus designios. Debemos estar muy claros de esto para saber por dónde seguimos caminando.

Nuestras demandas son profundas pues apuntan a un cambio en la sociedad.

No queremos seguir siendo maltratados y para ello, debemos dar la pelea por quitarle al capital sus prebendas y desde allí avanzar hasta neutralizarlo completamente. La actual rebelión social, muestra a los poderosos un pueblo decidido, no dispuesto a entregar la calle si no se satisfacen sus demandas mínimas y entonces entran en desesperación. Han hablado de la pérdida de miles de empleos y del daño que hacen las protestas a la economía del país y sin embargo anularon la última alza del Metro y la locomoción pública, hace un mes que no suben la bencina y están entregando migajitas aumentando el ingreso mínimo y las pensiones asistenciales, incluso dejaron pasar hasta ahora la rebaja de la jornada de trabajo a 40 horas, todo con el objetivo de desmovilizar a los alzados.

Y como los rebeldes no ceden, hacen su jugada maestra, que pese a ser de manual no deja de encontrar incautos que caen en ella.

Se crea un ambiente de caos, violencia y terrorismo, se habla de movidas de los milicos y de la conculcación de algunos derechos, para terminar llamando a la paz.

Desesperadamente llaman e invocan la paz los mismos que la alteran y la destruyen en el día a día.

Los medios de comunicación juegan su rol gustosos. Visitan las zonas de conflicto y van a los barrios -las mismas que han ignorado por décadas- entrevistan a algún lesionado o familiar de ellos, presentan declaraciones lacrimosas de gente modesta ignorando conscientemente, a los millones de modestos que sí protestan y quieren cambios de fondo.

Políticos de distinto cuño se muestran de acuerdo con las demandas de la población (los mismos que las ignoraron hasta en la discusión de la ley sobre las 40 horas) pero rechazan el uso de la violencia (no todos son enérgicos con la violencia policial que es el detonante de la respuesta popular), hasta que se reúnen todos en una maratónica jornada para concluir en un acuerdo ¡sobre el que jamás consultaron al pueblo!

El 12 de noviembre, la mayoría de los que han inclinado -nuevamente- su espalda ante el poder del capital y sus representantes habían suscrito un acuerdo en el que proponían para salir de la crisis tres puntos irrenunciables: Plebiscito, Asamblea Constituyente, Nueva Constitución.

No le preguntaron a nadie pues ellos dicen ser los representantes del pueblo y DOS DIAS DESPUÉS reniegan de lo que primero habían acordado y llegan a acuerdos con los mismos que son los primeros responsables del caos social que están todos lamentando.

Además de los Comunistas, los Humanistas y los Regionalistas Verdes (con representación parlamentaria) aparecen rechazando este acuerdo y al menos podrán mirar de frente al pueblo cuando éste le pase la cuenta a todos los que, en su nombre, le han traicionado.

Aunque seamos claros, algunos de estos partidos dieron sus votos para aprobar leyes laborales que de poco o nada han servido a la lucha popular.

Una nueva Constitución es una demanda de años y será fruto de una Asamblea Constituyente, instrumento que ha sido desechado por los mismos que lo reivindicaron un par de días antes. Y, sin embargo, debemos tener claro que nuestra lucha no se ha perdido.

Con la Constitución pinochetista demandamos derecho a sindicalización y negociación colectiva. Con esta Constitución hemos avanzado en evitar el descuento del aporte patronal al Seguro de Cesantía cuando despide por necesidades de la empresa y con ésta hemos salido a la calle para exigir que las y los trabajadores sean dignificados.

Para luchar por lo nuestro no necesitamos de una Constitución fraguada a espaldas del pueblo ni de parlamentos afines al poder.

Necesitamos de organización y trabajamos para acrecentarla.

Que todo el descontento se transforme en organización, que esta organización se transforme en lucha y podamos constituir una fuerza propia de la clase trabajadora que, desde su propia independencia, alcance su dignidad.

DIRECTORIO NACIONAL
CENTRAL CLASISTA DE TRABAJADORAS Y TRABAJADORES

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